viernes, 17 de diciembre de 2010

Diferencias entre la lengua oral y la escrita

Tradicionalmente la lengua oral se ha estudiado desde una perspectiva distinta a la escrita, hasta el punto de considerarla su polo opuesto al identificar el lenguaje hablado como un lenguaje natural, espontáneo, poco elaborado, etc.; mientras que el escrito se relacionaba con el uso planificado, normativo y académico. Hoy en día, sin embargo, rechazamos esta visión al entender que los usos orales o escritos no pueden considerarse opuestos porque son modalidades de un mismo sistema; se trata de variaciones que presenta el discurso según la forma, la situación o marco en el que se realizan y, por supuesto, dependen de la función, del motivo de la comunicación.

Por otra parte, esa diversidad o dicotomía no ha impedido estudiar esos dos polos lingüísticos desde la misma perspectiva. De ahí que al abordar el estudio del lenguaje oral, siempre hayamos tenido en cuenta la gramática normativa, que se elabora a partir de la lengua escrita. Perspectiva errónea, porque en la comunicación oral existen otros aspectos relacionados con el contexto en el que se producen las interacciones y que lo modifican notablemente. Cada individuo emplea en sus relaciones orales un idiolecto, caracterizado por sus peculiaridades geográficas y sociales, y por las diversas formas de desarrollar las variedades funcionales.

Además en la lengua hablada intervienen otros elementos paraverbales que han sido estudiados por disciplinas como la Cinésica y la Proxémica; ambas se relacionan con esa línea invisible que asocia nuestras interacciones orales a elementos que fluctúan como las miradas o gestos, el grado de confianza que existen entre los interlocutores, etc. La Cinética, por ejemplo, se encarga del estudio de los gestos, miradas, posturas, la distancia entre los interlocutores, los movimientos conscientes o inconscientes, etc. La Proxémica -por su parte- tiene en cuenta el modo en que los hablantes ocupan el espacio en el que se desarrolla la intervención. Hallamos así situaciones formales en las que los lugares aparecen acotados de forma clara (una conferencia, una clase, un debate televisivo, un juicio), pero en otros varia dependiendo del grado de confianza que presuponen los interlocutores y que permite el acercamiento o lo rechaza y por lo tanto se mantiene una distancia.

Todos estos factores ponen de manifiesto que no podemos utilizar los mismos patrones o unidades cuando estudiemos el lenguaje oral o escrito. Así nociones como palabra, oración, párrafo, etc.; del lenguaje escrito no sirven para suplir estos contenidos paraverbales que hay que tener en cuenta en el lenguaje oral. Además las manifestaciones verbales se desarrollan a través de un grupo fónico que tiene sus propias modalizaciones. ¿Cómo representar gráficamente las modulaciones, cambios de tono y ritmo, el alargamiento vocálico, etc.? ¿Qué criterios seguimos para identificar los turnos de habla, las interrupciones y superposición de voces que se producen en ocasiones? ¿Y los gestos? ¿Con qué criterios representamos la ironía o el titubeo del lenguaje oral? Las interrogaciones y admiraciones no siempre completan toda esa riqueza de significados.

La lengua oral es más expresiva, y busca, sobre todo en situaciones informales, expresar el máximo significado, con el mínimo número de unidades lingüísticas. De ahí el uso de las simplificaciones o los acortamientos de palabras, algunas más normativas que otras. Paradójicamente la búsqueda de expresividad exige la presencia de repeticiones y redundancias que sirven para reforzar de forma eficaz lo que el interlocutor pretende decir.

Repasemos ahora algunas de las diferencias entre el uso oral y el escrito. Debemos recordar que lo más importante es adecuar cada mensaje a la situación comunicativa, en esa adecuación reside el éxito de la comunicación. Ni podemos emplear un registro oral cuando nos iniciamos en la expresión escrita, ni tampoco debemos utilizar un registro escrito, excesivamente formal en las conversaciones cotidianas. De ahí que suela decirse que una persona es competente en una lengua cuando es capaz de adecuar su uso oral o escrito a la situación comunicativa.

Veamos pues cuáles son las diferencias más usuales entre ambos códigos:

-La lengua oral se produce habitualmente en presencia de los interlocutores, aunque hoy en día los usos de las nuevas tecnologías permitan la comunicación diferida. Si existe contacto físico, esta proximidad determina que los estímulos y respuestas sean inmediatos. En el lenguaje escrito, el lector está ausente cuando el escritor realiza el texto, por lo que la respuesta a los estímulos no es inmediata. Existe un margen temporal entre la emisión y la recepción.

-En el lenguaje oral, al estar los dos interlocutores presente, las emisiones se interrumpen y solapan continuamente. Con pocas palabras podemos captar la plenitud del mensaje que se expresa; este hecho implica una respuesta inmediata al estímulo. En el escrito, no es posible la interacción porque el lector está ausente y no se producen interrupciones, el mensaje se realiza ahí íntegramente. Sin embargo, cuando se chatea, por ejemplo, son frecuentes las interrupciones, porque el canal es rápido y permite la inmediatez. En este caso, se utiliza el lenguaje escrito para reproducir eficazmente la comunicación oral.

-Las interrupciones entre los interlocutores en el uso oral provocan abundantes síncopas sintácticas; las oraciones se interrumpen, porque se busca esa ley del mínimo esfuerzo. Además, la expresividad paralingüística - por ejemplo, los gestos o las miradas- completa el enunciado. También influye la rapidez del habla o el uso eficiente de la variedad diatópica o diastrática, así como los usos morfológicos o semánticos son más libres. En el escrito, sin embargo, las estructuras sintácticas suelen completarse, tampoco puede obviarse la exigencia de un uso correcto y adecuado a la situación. No es lo mismo escribir una carta a una amiga que hacer un examen; pero, pese al menor grado de formalidad del primero, las unidades lingüísticas presentan un grado de formalidad que lo diferencia del oral.

-En la lengua oral abundan las repeticiones y recurrencias. Ese uso constante de interjecciones y exclamaciones se relaciona con la mayor proximidad entre los interlocutores y con el incremento de la expresividad. En el escrito, las repeticiones deben evitarse, así como el abuso de interjecciones y exclamaciones.

-El uso oral se produce en un contexto determinado que emisor y receptor comparten, por lo que no hay que hacer referencias continuas a él. De ahí que se sustituyan esas referencias por usos deícticos (aquí, ahora, esto, etc.) que indican el marco, el lugar y el tiempo en el que transcurre la enunciación. En el escrito, en cambio, es necesario indicar ese contexto o crearlo a medida que se realiza el texto, ya que el lector ignora el lugar, el tiempo y la situación el la que suceden los hechos y hay que mostrárselos.

-En la lengua hablada el emisor tiene un tiempo microscópico para estructurar su mensaje, no puede reflexionar porque la comunicación es inmediata y espontánea. Por eso rectifica sobre la marcha. No pueden borrarse los enunciados, aunque sí, pueden cambiarse o alterarse, lo que debe realizar en un tiempo mínimo. En la escrita, al ser de carácter espacial, el emisor dispone de un tiempo precioso para reflexionar, lo que exige mayor precisión y propiedad léxica. Pensemos, por ejemplo, en la diferencia que existe entre un examen escrito y otro oral. Normalmente el oral requiere mayor capacidad de síntesis, respuestas cortas y eficaces; mientras que en el escrito, podemos reflexionar, ordenar nuestro discurso y elaborarlo de una forma más meditada.

-El lenguaje oral suele ir acompañado de elementos comunicativos no verbales
(miradas, gestos, posturas, etc.) que facilitan la comunicación, completando lo no dicho. El propio interlocutor es el que completa la comunicación oculta que sobreentiende.
El escrito utiliza la palabra, no puede apoyarse en esos elementos extralingüísticos.

-El código oral tiende a marcar la procedencia geográfica, así como otras diferencias sociales o generacionales del emisor. Normalmente los usos juveniles difieren de los usos adultos; los sociales, aparecen más neutralizados, debido a la neutralización que producen -por ejemplo- los medios de comunicación o la enseñanza. En el escrito, esas señales se neutralizan cuando el emisor utiliza conscientemente el registro estándar.

-En el lenguaje oral cada hablante recrea la lengua de una forma. El lenguaje escrito no puede reproducir con exactitud el habla oral, porque no dispone de recursos para descifrar esa inmediatez, los tonos o modulaciones de voz, las ironías o las síncopas intencionadas. No se habla igual que se escribe.

El lenguaje oral es universal y se aprende por imitación e impregnación. Todo el mundo, excepto las personas que tienen un impedimento físico o psíquico es capaz de hablar. La lengua escrita, en cambio, es producto de una convención que requiere un aprendizaje previo. No todo el mundo sabe escribir.

En resumidas cuentas, ambos usos no son dos niveles de lengua sino dos realizaciones distintas del mismo sistema en dos códigos diferentes, aunque relacionados. La oral está en la base de lo escrita, pero no se puede escribir como se habla, ni hablar como se escribe.

La comunicación escrita requiere mayor precisión y elaboración. El emisor debe anticiparse a las reacciones del receptor y conocer su personalidad. Esto le exige releer y reflexionar, adoptar el lugar y el punto de vista del lector para conseguir la eficacia comunicativa. Cuando un periodista escribe un artículo de opinión tiene muy en cuenta al lector ideal de esa noticia, se dirige a un tipo de lector determinado. Cualquier mensaje escrito se ajusta a unas normas lingüísticas establecidas, respeta pues las convenciones o formalismos del tipo de escrito. El emisor tiene muy en cuenta las características básicas de un Currículum Vitae, mientras lo escribe; si desconoce las claves de ese tipo de texto, el currículo resultará ineficaz y no conseguirá el objetivo que pretende. Un mensaje escrito evita las ambigüedades. Incluso el lenguaje literario que se basa en ocasiones en la plurivalencia y busca consciente esas ambigüedades respeta las convenciones de cada género.

En definitiva, la comunicación escrita tiene en cuenta tanto la forma como el contenido. La escritura debe ser clara y ordenada. Se evitarán los errores de coherencia y cohesión, para que no se produzca ruido o interferencias que dificulten la compresión del mensaje.

1 comentario:

  1. Gracias por la información, me sirvió de mucho para el tema que estoy investigando

    ResponderEliminar